EL SINDROME HEMINGWAY
© Ismael León Almeida (2018)
Líderes de opinión, personajes
mediáticos de los ámbitos de la cultura, las ciencias, puede que incluso de las
religiones, o políticos con más o menos carisma, marcada o no tendencia a la
manipulación o el autoritarismo, y con menos fortuna o influencia algunos
periodistas, suelen dejar en la gente la huella de sus opiniones, muy
comúnmente en la forma de frases recordables, de “pensamientos”, de consignas.
Tales mecanismos de comunicación
son comparables a los resúmenes de obras relevantes de la literatura universal
que algunas publicaciones han creído hacer un servicio a la humanidad
divulgándolas despojadas de su elevado volumen. De modo que a veces ni siquiera puede responsabilizarse a
los autores de los mensajes del modo en que sus textos son difundidos. A veces
sí.
Afirman que una de las
expresiones sintéticas favoritas de mi país fue escrita por el novelista Ernest
Hemingway: “En Cuba hay la mejor y más abundante pesca que he visto en mi vida”.
Aunque no en los últimos tiempos, hubo una época en la que se le hallaba
impresa en artículos, pósteres y folletos publicitarios. Procede de la crónica
“El gran río azul”, publicada por este autor en la edición de la revista Holiday de julio de 1949. Una versión
muy confiable de ese escrito nos permite acercarnos a lo que originalmente
escribió el novelista:
...the biggest reason you live in Cuba is
the great, deep blue river, three quartes of a mile to mile deep and sixty to
eighty miles across, that you can reach in thirty minutes from the door of your
farmhouse, ridin through beautiful country to get to it, that has, when the
river is right, the finest fishing I have ever know*.
Y es que para hablar de pesca recreativa
se ha creado la impresión de que Ernest Hemingway es desde todo punto de vista
la autoridad máxima, y no se puede desestimar cuánto contribuyó él mismo a esa
notoriedad: en su temprana juventud como redactor del prestigioso semanario Toronto Start, el primero en aceptar sus
escritos y divulgar su firma, el muy joven Hemingway jugó a ser maestro de los
curtidos pescadores canadienses, sermoneando a sus lectores respecto al uso de
carnadas naturales para pescar truchas en los arroyos, en tanto se permitía
poner en duda el método clásico del deporte fluvial: “Las revistas de pesca han
propagado la ficción de que los caballeros no han de capturar una trucha de
ninguna otra manera que con una vara de pesca a mosca de 45 dólares” **. Uno se
queda con la idea de que el bisoño corresponsal está luchado contra el costo de
los avíos y se opone además a la tendencia clasista a determinar las prácticas
en la pesca, pero un lector paciente de sus escritos lo que realmente halla es
que gustaba continuamente usar los avíos de pesca a mosca para pescar con
lombrices de tierra, saltamontes y otros bichos atractivos para los peces. Nada
que criticar, en fin, eran su avío y su pesquería.
Cuando el turismo de pesca
alcanzó un sorprendente resurgir en las aguas cubanas, en los pasados años
noventa, curiosamente sin mediar auge de visitantes norteamericanos como había
ocurrido en 1978, el famoso torneo internacional Ernest Hemingway, por muchos años establecido en la marina que
también lleva el nombre del escritor en La Habana, comenzó a tener réplicas
novedosas, que afortunadamente adquirieron sus propias denominaciones, para
beneficio de los periodistas y sus lectores.
De acuerdo con esta tendencia,
pronto la marina Tarará, al este de la capital cubana, fundo su certamen
titulado “El viejo y el mar”, que duró varios años, y otro más, titulado “La
Hispanidad”, para pescar los buenos casteros de otoño. Varadero convocó en 1995
su audaz certamen “Gregorio Fuentes Betancourt”, también con la promesa de
agujas, cuya tercera sesión de pesca contó con la presencia del viejo patrón
del yate Pilar. En septiembre de
1991, con la participación de cuatro equipos de pescadores de las Islas Caimán,
estrenó el suyo Cayo Largo del Sur, que en pocos años descubrió sus
posibilidades para la pesca a mosca, hoy día con unos cuantos grand slams a su
cuenta. Hubo cuatro capturas de peces de pico, pero en los años siguientes no
reaparecieron estas especies, para hallar las cuales las embarcaciones tenían
que navegar 30 millas hasta los pesqueros. También se sumó en su momento la
marina de Santiago de Cuba, que al menos en una ocasión sacó a torneo la pesca
de peces de pico, con asistencia de embarcaciones del club Ocho Ríos, de
Jamaica. Larga fue la cuenta de seguidores de la tradición de la pesca de
agujas inaugurada en La Habana con los eventos de los clubes del Big Six, cuyo
puerto más relevante de salida fue el muelle del Club Náutico Internacional de
La Habana ―técnicamente, la primera marina internacional cubana―, sobre un
espigón a la entrada de la bahía capitalina. Ya en años del actual milenio,
nace en la cayería Sabana Camagüey, archipiélago septentrional del
centro-oriente del país, el torneo Jardines del Rey, cuya estabilidad ha sido
notable, y que inteligentemente apuesta por las agujas que aparecen en octubre
por la franja septentrional del extremo oriental de la Isla, siguiendo la
corriente a lo largo del tramo del Canal Viejo de las Bahamas.
La variante turística de la pesca
recreativa cubana, concebida de modo estrictamente exclusivo para clientes
extranjeros, ya había tenido un certamen de pesca de la trucha (black bass) en
1978, logró productos muy notables durante una o dos décadas y decayó, mientras
los aficionados cubanos en sus certámenes ganaban habilidades de año en año en
su extraordinario torneo Incendio de
Bayamo, convocado desde 1983 cada mes de enero en un embalse del oriente de
la isla. Entretanto, evolucionó la pesca recreativa cubana hacia el descubrimiento de cotos de pesca
marítima de avíos ligeros, preponderantemente mediante la modalidad fly
fishing, aunque su agenda de torneos ha tenido escaso avance, si exceptuamos un
solitario certamen efectuado en 2001 en Cayo Largo del Sur, por iniciativa de
la agencia Casa Batida Fishing Club, años después desplazada del negocio por un
competidor foráneo de sorprendente auge territorial en el país de economía
socialista.
Entró verdaderamente la pesca a
mosca a Cuba en 2006, cuando una iniciativa del Parque Nacional Ciénaga de
Zapata creó un torneo de la modalidad, titulado Zapatafly, convocado en 2006,
2008, 2009 y 2010, luego desaparecido sin razón hecha pública, en cuyas pruebas
se estrenaron como mosqueros medio centenar de competidores entre ellos, por
primeva vez, guías de pesca de diversos enclaves turísticos del país, y unos
cuantos aficionados que lograron dominar los exigentes ejercicios del forward
cast- back cast, y retar macabíes y, sólo en la primera ocasión, también
sábalos. Verdaderos logros de Zapatafly fueron la introducción de las pruebas
de habilidades en el lanzado a mosca y sobre todo los talleres de discusión
teórica, demostración de que una nueva generación de aficionados a la pesca,
con capacidad de observación y conocimientos técnicos, tomaba la vanguardia, poco
menos que en silencio.
Mencionar a Hemingway, cuando se
va a tratar acerca de la pesca recreativa en Cuba, sigue siendo una práctica
corriente, saldo de un reconocimiento auténtico. Pero falta todavía un examen
integral del legado del escritor norteamericano a esta antigua actividad de
tiempo libre, que en su momento quedará plasmado desde el punto de vista de sus
huellas biográficas y sus expresiones en periodismo y literatura, incluso en un
raro y relevante capítulo técnico, “Marlin off Cuba”, resumen de sus
aprendizajes tras un mes de intercambio con dos científicos de la Academia de
Ciencias de Filadelfia, de quienes fue anfitrión a bordo del Pilar durante la magra temporada de
pesca de 1934.
El “Sindrome Hemingway”, en
resumen, define la tendencia a identificar la pesca recreativa cubana con lo
más conocido de la orientación del novelista en este deporte, verdadera leyenda
en la Corriente del Golfo a la vista de las costas cubanas, desde Cayo Médano
de Casigua hasta el mismo archipiélago de Sabana Camaguey, siempre alerta desde
el puente volante al pez que sube a la superficie para correr con el viento a
la caza de peces voladores y dorados. Por extensión, tratar asimismo de emular
el éxito del torneo que lleva el nombre del novelista. El pescador aficionado
actual, más informado y sensible respecto al recurso natural base de su
disfrute, suele tener una mirada más amplia sobre las posibilidades de su
afición, y algunos de ellos consideran válido lo mismo lidiar el gran castero
en el océano abierto, como un pequeño sunfish que ha tomado una mosca al
extremo del líder de una caña 2 wt. El antídoto al “síndrome” en la pesca
recreativa cubana comienza a perfilarse, en la medida en que la investigación
científica y la difusión de textos especializados contribuyan a la formación de
guías de pesca, organizadores de torneos, especialistas turísticos y aficionados
más comprometidos con la conservación y con una visión más integral respecto a
los múltiples beneficios que el disfrute lúdico del entorno acuático y marino pueden
ofrecernos.
* Ernest Hemingway, “The great
blue river”, en: William White (compilador), By line: Ernest Hemingway. Simon & Schuster, New York, 1998,
pág. 404.
** Ernest Hemingway, “Fishing for
trout in a sporting way”. The Toronto
Star Weekly, April 24, 1920. En William White (compilador), Ernest Hemingway. Dateline: Toronto.
Charles Scribner’s Sons, New York, 1985, pag. 22. El texto original en inglés,
del comienzo de la crónica, es el siguiente: “Sporting magazines have forested
a popular fiction to the effect that no gentleman would catch a trout in any
manner but on a fly on a nine foot tapered leader attached to a double-tapered
fly line cast from a forty –five dollar four-and-a-half-ounce rod”.
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