14/8/18


EL SINDROME HEMINGWAY

© Ismael León Almeida (2018)

Líderes de opinión, personajes mediáticos de los ámbitos de la cultura, las ciencias, puede que incluso de las religiones, o políticos con más o menos carisma, marcada o no tendencia a la manipulación o el autoritarismo, y con menos fortuna o influencia algunos periodistas, suelen dejar en la gente la huella de sus opiniones, muy comúnmente en la forma de frases recordables, de “pensamientos”, de consignas.
Tales mecanismos de comunicación son comparables a los resúmenes de obras relevantes de la literatura universal que algunas publicaciones han creído hacer un servicio a la humanidad divulgándolas despojadas de su elevado volumen. De modo que  a veces ni siquiera puede responsabilizarse a los autores de los mensajes del modo en que sus textos son difundidos. A veces sí.

Afirman que una de las expresiones sintéticas favoritas de mi país fue escrita por el novelista Ernest Hemingway: “En Cuba hay la mejor y más abundante pesca que he visto en mi vida”. Aunque no en los últimos tiempos, hubo una época en la que se le hallaba impresa en artículos, pósteres y folletos publicitarios. Procede de la crónica “El gran río azul”, publicada por este autor en la edición de la revista Holiday de julio de 1949. Una versión muy confiable de ese escrito nos permite acercarnos a lo que originalmente escribió el novelista:

...the biggest reason you live in Cuba is the great, deep blue river, three quartes of a mile to mile deep and sixty to eighty miles across, that you can reach in thirty minutes from the door of your farmhouse, ridin through beautiful country to get to it, that has, when the river is right, the finest fishing I have ever know*.

Y es que para hablar de pesca recreativa se ha creado la impresión de que Ernest Hemingway es desde todo punto de vista la autoridad máxima, y no se puede desestimar cuánto contribuyó él mismo a esa notoriedad: en su temprana juventud como redactor del prestigioso semanario Toronto Start, el primero en aceptar sus escritos y divulgar su firma, el muy joven Hemingway jugó a ser maestro de los curtidos pescadores canadienses, sermoneando a sus lectores respecto al uso de carnadas naturales para pescar truchas en los arroyos, en tanto se permitía poner en duda el método clásico del deporte fluvial: “Las revistas de pesca han propagado la ficción de que los caballeros no han de capturar una trucha de ninguna otra manera que con una vara de pesca a mosca de 45 dólares” **. Uno se queda con la idea de que el bisoño corresponsal está luchado contra el costo de los avíos y se opone además a la tendencia clasista a determinar las prácticas en la pesca, pero un lector paciente de sus escritos lo que realmente halla es que gustaba continuamente usar los avíos de pesca a mosca para pescar con lombrices de tierra, saltamontes y otros bichos atractivos para los peces. Nada que criticar, en fin, eran su avío y su pesquería.

Cuando el turismo de pesca alcanzó un sorprendente resurgir en las aguas cubanas, en los pasados años noventa, curiosamente sin mediar auge de visitantes norteamericanos como había ocurrido en 1978, el famoso torneo internacional Ernest Hemingway, por muchos años establecido en la marina que también lleva el nombre del escritor en La Habana, comenzó a tener réplicas novedosas, que afortunadamente adquirieron sus propias denominaciones, para beneficio de los periodistas y sus lectores.

De acuerdo con esta tendencia, pronto la marina Tarará, al este de la capital cubana, fundo su certamen titulado “El viejo y el mar”, que duró varios años, y otro más, titulado “La Hispanidad”, para pescar los buenos casteros de otoño. Varadero convocó en 1995 su audaz certamen “Gregorio Fuentes Betancourt”, también con la promesa de agujas, cuya tercera sesión de pesca contó con la presencia del viejo patrón del yate Pilar. En septiembre de 1991, con la participación de cuatro equipos de pescadores de las Islas Caimán, estrenó el suyo Cayo Largo del Sur, que en pocos años descubrió sus posibilidades para la pesca a mosca, hoy día con unos cuantos grand slams a su cuenta. Hubo cuatro capturas de peces de pico, pero en los años siguientes no reaparecieron estas especies, para hallar las cuales las embarcaciones tenían que navegar 30 millas hasta los pesqueros. También se sumó en su momento la marina de Santiago de Cuba, que al menos en una ocasión sacó a torneo la pesca de peces de pico, con asistencia de embarcaciones del club Ocho Ríos, de Jamaica. Larga fue la cuenta de seguidores de la tradición de la pesca de agujas inaugurada en La Habana con los eventos de los clubes del Big Six, cuyo puerto más relevante de salida fue el muelle del Club Náutico Internacional de La Habana ―técnicamente, la primera marina internacional cubana―, sobre un espigón a la entrada de la bahía capitalina. Ya en años del actual milenio, nace en la cayería Sabana Camagüey, archipiélago septentrional del centro-oriente del país, el torneo Jardines del Rey, cuya estabilidad ha sido notable, y que inteligentemente apuesta por las agujas que aparecen en octubre por la franja septentrional del extremo oriental de la Isla, siguiendo la corriente a lo largo del tramo del Canal Viejo de las Bahamas.

La variante turística de la pesca recreativa cubana, concebida de modo estrictamente exclusivo para clientes extranjeros, ya había tenido un certamen de pesca de la trucha (black bass) en 1978, logró productos muy notables durante una o dos décadas y decayó, mientras los aficionados cubanos en sus certámenes ganaban habilidades de año en año en su extraordinario torneo Incendio de Bayamo, convocado desde 1983 cada mes de enero en un embalse del oriente de la isla. Entretanto, evolucionó la pesca recreativa cubana  hacia el descubrimiento de cotos de pesca marítima de avíos ligeros, preponderantemente mediante la modalidad fly fishing, aunque su agenda de torneos ha tenido escaso avance, si exceptuamos un solitario certamen efectuado en 2001 en Cayo Largo del Sur, por iniciativa de la agencia Casa Batida Fishing Club, años después desplazada del negocio por un competidor foráneo de sorprendente auge territorial en el país de economía socialista.

Entró verdaderamente la pesca a mosca a Cuba en 2006, cuando una iniciativa del Parque Nacional Ciénaga de Zapata creó un torneo de la modalidad, titulado Zapatafly, convocado en 2006, 2008, 2009 y 2010, luego desaparecido sin razón hecha pública, en cuyas pruebas se estrenaron como mosqueros medio centenar de competidores entre ellos, por primeva vez, guías de pesca de diversos enclaves turísticos del país, y unos cuantos aficionados que lograron dominar los exigentes ejercicios del forward cast- back cast, y retar macabíes y, sólo en la primera ocasión, también sábalos. Verdaderos logros de Zapatafly fueron la introducción de las pruebas de habilidades en el lanzado a mosca y sobre todo los talleres de discusión teórica, demostración de que una nueva generación de aficionados a la pesca, con capacidad de observación y conocimientos técnicos, tomaba la vanguardia, poco menos que en silencio. 

Mencionar a Hemingway, cuando se va a tratar acerca de la pesca recreativa en Cuba, sigue siendo una práctica corriente, saldo de un reconocimiento auténtico. Pero falta todavía un examen integral del legado del escritor norteamericano a esta antigua actividad de tiempo libre, que en su momento quedará plasmado desde el punto de vista de sus huellas biográficas y sus expresiones en periodismo y literatura, incluso en un raro y relevante capítulo técnico, “Marlin off Cuba”, resumen de sus aprendizajes tras un mes de intercambio con dos científicos de la Academia de Ciencias de Filadelfia, de quienes fue anfitrión a bordo del Pilar durante la magra temporada de pesca de 1934.

El “Sindrome Hemingway”, en resumen, define la tendencia a identificar la pesca recreativa cubana con lo más conocido de la orientación del novelista en este deporte, verdadera leyenda en la Corriente del Golfo a la vista de las costas cubanas, desde Cayo Médano de Casigua hasta el mismo archipiélago de Sabana Camaguey, siempre alerta desde el puente volante al pez que sube a la superficie para correr con el viento a la caza de peces voladores y dorados. Por extensión, tratar asimismo de emular el éxito del torneo que lleva el nombre del novelista. El pescador aficionado actual, más informado y sensible respecto al recurso natural base de su disfrute, suele tener una mirada más amplia sobre las posibilidades de su afición, y algunos de ellos consideran válido lo mismo lidiar el gran castero en el océano abierto, como un pequeño sunfish que ha tomado una mosca al extremo del líder de una caña 2 wt. El antídoto al “síndrome” en la pesca recreativa cubana comienza a perfilarse, en la medida en que la investigación científica y la difusión de textos especializados contribuyan a la formación de guías de pesca, organizadores de torneos, especialistas turísticos y aficionados más comprometidos con la conservación y con una visión más integral respecto a los múltiples beneficios que el disfrute lúdico del entorno acuático y marino pueden ofrecernos.

 

* Ernest Hemingway, “The great blue river”, en: William White (compilador), By line: Ernest Hemingway. Simon & Schuster, New York, 1998, pág. 404.
** Ernest Hemingway, “Fishing for trout in a sporting way”. The Toronto Star Weekly, April 24, 1920. En William White (compilador), Ernest Hemingway. Dateline: Toronto. Charles Scribner’s Sons, New York, 1985, pag. 22. El texto original en inglés, del comienzo de la crónica, es el siguiente: “Sporting magazines have forested a popular fiction to the effect that no gentleman would catch a trout in any manner but on a fly on a nine foot tapered leader attached to a double-tapered fly line cast from a forty –five dollar four-and-a-half-ounce rod”.


No hay comentarios: