30/12/14



TORNEO DEL CASTERO (2)
Buscando la continuidad
Los años que siguen a esta sobresaliente competencia no se han podido seguir consecutivamente en las páginas de la prensa, ni existen registros de asociaciones de pesca ni de entidades turísticas donde buscarlos. Es indudable que el retorno de las tensiones políticas, que durante 1980 a estuvieron marcadas por el asalto a embajadas, el secuestro de cuatro monjas en la Nunciatura apostólica en La Habana y la emigración de más de 100 000 cubanos desde el puerto del Mariel, fueran el coctel que diluyó como ácido corrosivo todo el entusiasmo y el sentimiento de buena vecindad que caracterizó estos eventos.
En un documento en inglés titulado “Calendar for the tournaments”, que en 1980 nos dio a leer Miguel Arocha, el torneo del castero (Blue Marlin) estaba programado para el 13-17 de agosto de 1980. Los otros tres certámenes internacionales de pesca de este año eran el del emperador (Swordfish, 25 al 27 de abril), el Hemingway (mayo 21 al 25) y el de primavera (Spring, 28 de mayo al 1ro de junio). Hubo, en 1979, un tope cubano-americano de pesca de la trucha en el Lago Conroe, en el estado de Texas, lo que muestra que probablemente todo aquello no habría quedado únicamente como una operación de turismo por la parte cubana, sino en un intercambio de intereses con fundadas aspiraciones de que todo este proyecto se estableciera en una medida creciente, pero la política decidió otra cosa.
De 1981 existe asimismo una evidencia no muy amplia: una foto aparecida en una edición de la revista Cubaturismo, año 5, número 10, de ese año, muestra tres peces de pico, el mayor de unas 170 libras y todos con el nombre de un conocido pescador de esa época, Roberto Cabañas, grabado en su costado; al pie de la horca en la que están colgados hay un anuncio que expresa: “Castero 81”. El lugar es reconocible por el autor, por haber desarrollado allí su trabajo de prensa por varios años, pero después de esa fecha: es la marina de Barlovento, hoy Marina Hemingway.
Con todo, si hubo o no torneo en el resto de esos años, es algo que de momento no ha sido posible confirmar, siquiera después de una búsqueda que incluyó el seguimiento en la prensa y en los archivos internos de la Federación Cubana de Pesca Deportiva, procedimiento que, en cambio, ofreció resultados que permitieron establecer, casi sin saltos la historia de los torneos Hemingway en sus dos divisiones, nacional e internacional.
Desde 1983, un certamen de pesca del castero era convocado por una agrupación de pescadores aficionados en el río Almendares (12) y es bastante posible que lograran alguna regularidad, pues en 1989  participaron 11 equipos, integrados por aficionados de varios como Cojímar, Guanabo,  Jaimanitas y Santa Fe. En la convocatoria de 1990, la cita adquiere carácter nacional, bajo los auspicios de los Comités de Defensa de la Revolución; fue efectuada en dos pruebas de pesca de fin de semana, la final el 24 de septiembre, y asistieron 17 equipos de seis provincias. En los años siguientes disminuyó rápidamente la cantidad de eventos de este tipo, por la carencia general de recursos, que provocó que incluso el Hemingway nacional fuera convocado por última vez por el INDER en 2008.
La secuencia del concurso turístico “Blue Marlin” fue posible restablecerla con la información obtenida en coberturas de prensa que el propio autor ejecuta a partir de 1988.  El VIII Torneo Internacional del Castero ocurre ese año bajo la influencia de una renovación del sector turístico cubano iniciada el año precedente con el surgimiento de la Corporación de Turismo Cubanacán, un grupo que lograría a lo largo de los años el entendimiento más completo de esta época en cuanto a eventos náuticos se refiere. Algo que anuncia que este avance no se debía solo a la concentración de recursos y personal con experiencia en el tema, es el hecho de que, cuando unos años más tarde se crea la muy publicitada Corporación Puertosol que, de inicio, abarcaría todo el producto náutico del sector, esta no llega jamás a acercarse a los logros de la anterior y al cabo desaparece en algunos años.
El que se dio a conocer como “octavo” torneo del “Blue Marlin” reunió a 32 competidores de Italia, Venezuela, Francia, Argentina, México, España, Curazao y Cuba, como sede. La ausencia de los norteamericanos sería una regularidad, más la relación de países de origen de los competidores es la evidencia de que los organizadores descubrieron finalmente una regla no escrita: no seas dependiente de un mercado. Por mucho que los norteamericanos se encontraran a la vuelta de la esquina, que por muchas décadas su presencia en La Habana y eventualmente en el país fuera la única señal de la existencia del turismo en el país, Cuba debía abrirse al mundo, donde ya tenía conquistada al menos la curiosidad de mucha gente. Sin lugar a duda, los norteamericanos mismos deben de haber ayudado bastante a diversificar ese mercado, con su afán siempre extendido de dar toda la publicidad posible a cuanto hacen por el mundo, cuestión que el propio Ernest Hemingway inauguró en esta Isla con sus crónicas de pesca para la revista Esquire muy temprano en los años treinta.
Entre 13 embarcaciones hicieron 14 capturas, en un certamen de cuatro sesiones de pesca, que ya se había convertido en la norma de calendario que aún existe para el Hemingway. El francés Marcel Garriguez, un hombre entusiasta en todo sentido que acabaría estableciéndose en Cuba como empresario, llevó la mejor parte con la captura de dos casteros, una aguja blanca y un pez vela, que junto a la pieza que aportó su guía cubano, Jorge García, totalizó una victoria que hizo expresar al visitante: “Te puedo asegurar que nunca en mi vida he visto ni cogido tanto pescado, y los que no vinieron al torneo, se lo perdieron”.
Aparte del trofeo oficial, Garriguez y García reciben copa de la firma española Hoteles Panamericanos, en lo que corresponde al inicio de una práctica inusual para el país, el patrocinio de competencias comerciales, que en años siguientes se emplearía bastante, aunque, como todo lo publicitario, con bastante reserva oficial. El pesaje final fue de 922 libras por cinco agujas de casta, dos blancas y seis de abanico o pez vela.  
En abril de este mismo año de 1988, la Marina Hemingway, integrante de Cubanacán, había organizado también el Tercer Torneo Curricán, efectuado en aguas cercanas a Cayo Mégano de Casiguas, norte de Pinar del Río, que gana igualmente Garriguez. El competidor Paolo Salas, campeón de varios certámenes europeos y ganador de un torneo por la captura de un dorado en Cuba dos años antes, destacó las magníficas condiciones de las aguas cubanas para el desarrollo de los productos turísticos de pesca deportiva. Muy consecuente con esa opinión, más tarde participaría en labores de una agencia turística de su país interesada en la pesca de la trucha en el oriente cubano y todavía después del 2010 se le volvería a hallar, entonces en una operación de pesca marítima en la Península de Guanahacabibes, en el occidente del país.
El siguiente, noveno torneo, fue en 1990, debido a que el año anterior el calendario había sido más intenso que lo regular, con la celebración del Grand Slam del Caribe, una singular operación que combinó los certámenes Hemingway en La Habana y el de Playa Linda en Cancún, con un muy significativo liderazgo del mexicano Armando Ferrat.  Esta vez sí está Estados Unidos, y también se incorporan canadienses, ecuatorianos y un equipo de Grand Cayman, cuyos contactos con Cuba comenzaron en el islote canarreo de Cayo Largo del Sur, virtualmente sus más cercanos vecinos cubanos en el Caribe.
Fue del 16 al 20 de julio de 1990 el IX Torneo Internacional de la Pesca del Castero, tercera con participación extranjera celebrada ese año en el país, contados el XL Hemingway y el certamen Primavera’90, convocado por Playas del Este, que después pondría en marcha un grupo de eventos como los titulados “El Viejo y El Mar” y “La Hispanidad”, que gozarían de una extensa etapa de auge desde una nueva sede, la Marina de Tarará, en el breve período en que Puertosol parecía que efectivamente lideraría la náutica cubana, desarrollando la pesca al par que regatas a vela y vistosas competencias de motonáutica Fórmula Uno.
Hubo equipos varios equipos locales, representando a la Federación Cubana de Pesca Deportiva, la Marina de Guerra Revolucionaria, la Academia Naval, la propia Marina Hemingway y Playas del Este. Era, seguramente ya se ha dicho, un momento de inusitado auge para la náutica recreativa en Cuba, que continuó incrementándose a lo largo de esta década hasta alentar, incluso, el surgimiento de un medio de expresión específico para el tema, la revista Bitácora, que llega a ver publicados 10 números entre el verano de 1999 y la primavera de 2002.
Esta vez cinco casteros y dos agujas de abanico, para un total de 741 libras, fueron presa de 15 embarcaciones en competencia. Con una pieza de 160 libras y otra de 103, el mexicano Armando Ferrat obtuvo el mayor acumulado individual y llevó al equipo de Cancún al primer lugar. La pieza mayor de la cita en 1990 fue del cubano Jorge Luis Ferraz, de Marina Veneciana, un castero de 164.5 libras. En el torneo del verano de 1991 solo hubo cuatro agujas para nueve barcos; tres fueron casteros y el mayor, de 126 libras, lo cobró el cubano Orlando Mir.
Hubo un japonés en el XI Blue Marlin, a mediados de julio de 1992, también un equipo griego, uno guatemalteco y varios otros competidores de países que ya eran frecuentes en los eventos de pesca de la costa cubana. A los que llegaban a registrarse a la Marina Hemingway, el lunes 10, les resultaba más inspiradora la noticia de que el jueves anterior la tripulación del yate cubano Coral Negro, con cinco turistas españoles a bordo, lidió durante ocho horas con el gran pez, castero de unas 500 libras, que finalmente lograron vencer pasada la media noche.
Esta vez fue Carlos Vargas el hombre del oro, con el poco frecuente resultado de llevar al pesaje una pieza en cada una de las cuatro jornadas competitivas, incluidas las mayores agujas de los dos días inaugurales, de estas un castero (Makaira nigricans) de 169,8 libras que puso tope al torneo. Las cuatro capturas del mexicano sumaron 1 493,10 puntos, a razón de tres unidades por cada libra de peso de los ejemplares presentados a los jueces, si considerar un peto 37,10 libras que fuera de su temporada habitual se abalanzó a la carnada. Junto a sus hermanos Erick, y Luis Jorge Vargas, Carlos había sido coprotagonistas en la fuerte lid que dio cierre en mayo al XLII Hemingway de la pesca de la aguja. Un satisfactorio promedio de 1.18 peces de pico por embarcación colocan en sobresaliente posición al onceno clásico del Castero. La totalidad de las 13 piezas cobradas fueron agujas de casta, circunstancia lógica para la época del año en que se efectúa el evento, cuando disminuye la corrida de agujas blancas que son más frecuentes en los meses primaverales.
A partir de la cita de pesca veraniega de 1992 comienza a divulgarse regularmente la reglamentación de la competencia, que cada día inaugural era discutida en el tradicional congresillo técnico, práctica extendida a todos los eventos de pesca. Los reportes de prensa de los primeros años indican la norma de integrar equipos de hasta tres pescadores, vigente en esta fecha, aunque con la opción de incluir uno más, pagando una cuota de inscripción adicional. La resistencia de línea establecida se mantenía desde entonces fijada en 50 libras y no habría variación hasta los años del actual siglo, cuando se permitió el uso del sedal de 80 libras, aunque bajo reglas de capturar, marcar y soltar el pez.
La puntuación comenzó siendo equivalente a la cantidad de libras de captura de pez de pico y ya en el IX Castero se va a diferenciar, calificándose a razón de 3 puntos por libra de peso el castero, 2 puntos por libra la aguja blanca y un punto por cada libra de aguja de abanico. Si ejemplares de tres especies eran capturadas en la misma jornada, el equipo recibía duplicada su puntuación, lo cual nunca ocurrió. De otros aspectos técnicos, lo más específico es la prohibición de carnadas vivas y las llamadas motas, un engaño a base de fibras de caprón sin anzuelo, que enreda mortalmente el pico de las agujas. Se usa, como es de requisito técnico, el sistema del curricán o trolling, con equipos de vara y carrete.
Las cuatro típicas jornadas de pesca del Torneo Internacional del Castero se llevaron a cabo en la semana de 23 al 28 de agosto de 1993. Hubo 10 equipos y el trofeo del primer lugar lo llevó a su país el alemán Lair Lester a cambio de dos 2 casteros que pesaron 127,7 y 73,4 libras. El de 1994 fue en la segunda semana de agosto y hasta a su nivel se aprecian los cambios que están reorganizando la industria del anfitrionado en Cuba, con la presencia de la compañía náutica Marlin, a cargo del servicio de flota y otras ofertas, mayor prioridad a las relaciones públicas y la presencia de dos equipos del Club de Regatas Corona, de Tampico, México, que organiza desde 1942 el famoso Torneo Internacional del Sábalo, uno de los clásicos mundiales de la pesca mayor. O se hallan en parte alguna los datos de captura.
Volteamos a 1995, cuando el reglamento del torneo del Castero vuelve a un punto por libra, aunque la mayor novedad es que pasa al mes de octubre, fecha aparentemente tardía pero aun dentro de la fase de corrida de la especie objeto de competencia. El lunes 9, durante el congresillo técnico el comodoro del Club Náutico Internacional Hemingway, José Miguel Díaz Escrich, quien preside el jurado del certamen, dio una noticia inquietante: “Vamos a llevar adelante el torneo si la naturaleza lo permite”. El huracán Roxanne se movía a unos 400 kilómetros al suroeste y todo indicaba que cruzaría por el estrecho de Yucatán precisamente cuando los competidores hicieran su primera jornada de pesca en mares demasiado inmediatos, respecto a la imprevisibilidad y movilidad de un organismo meteorológico como aquel.
Como muchos saben o lo aprenden leyendo a Hemingway, la época de ciclones es excelente para la pesca siempre que no nos pase el huracán por encima. El primer día de competencia había buen tiempo. Ese año hubo dos torneos simultáneos ―el otro fue “La Hispanidad”, en Marina Tarará―y se disfrutó mucho escribiendo para la revista Mar Caribe un reportaje que pomposamente fue titulado “Casteros de otoño”, en el que la nota sobresaliente fue la abundante acción de pesca que hubo en algunas embarcaciones.
 “Algunos la tuvieron con mucha abundancia ―escribíamos entonces―, como la lancha Omega, de sólo 19 pies de eslora, a bordo de la cual dominaron cuatro agujas blancas, dos de abanico y un castero, labor que hizo merecer al equipo cubano el segundo lugar del XIV Torneo Internacional del Castero. El trofeo principal de la cita en Marina Hemingway fue para los españoles José Luis González, Miguel Ángel Fernández y Joaquín Valls, debutante representación catalana cuyos cinco peces pesaron en conjunto 370,8 libras y superaron en poco más de dos libras al colectivo de Omega”. Agréguese que en la mencionada lancha pescaba el cubano Evelio Simón Valdés, y que el barco del equipo español era el Costa Azul, al mando de Yordi Cunill, vecino de Jaimanitas.
Sin datos de 1996, es sin embargo muy importante señalar que en el certamen del año siguiente el XVI Torneo Internacional del Blue Marlin aplica las normas de marcado y liberación de peces de pico, introducidas en mayo por el XLVII Hemingway Internacional, y por esta razón las reglas afrontan un cambio trascendental. En primer lugar, para embarcar un castero este debe medir al menos las 86 pulgadas establecidas por la organización The Billfish Foundation (TBF), cuyas normas se aplican desde este año en la marina cubana. 
Si alguna embarcación se decidía a sacrificar el pez, le tocaba un punto por cada libra que pesara. Pero alcanzaba 200 puntos por cada ejemplar capturado y liberado y 25 puntos por cada pez marcado. Todo ejemplar de aguja blanca y de abanico debía ser obligatoriamente liberado, recibiendo 30 puntos por la liberación y 25 por el marcado.
El cumplimiento de estas reglas era supervisado por un grupo de observadores o jurados que estaban a bordo como testigos durante la jornada de pesca.
Dos años antes, aparte de dar la inquietante noticia de que un huracán merodeaba la isla de Cuba justo a punto de iniciar un torneo, el comodoro Escrich había dicho algo más: recordó que era “una tradición” donar la captura del tercer día para la cena de despedida. Este año la tradición concluyó. La victoria de 1997 fue del equipo Marlin Darling, formado por Bob Jacobsen, Jim Borns, Brad Balswin y Dave Spalding, quienes  cumplieron en ese orden su turno a la vara y dominaron los cuatro casteros, marcados y liberados a continuación, que sumaron los 900 puntos del triunfo. Hubo 17 equipos participantes ―nueve de Estados Unidos, con debut de Inglaterra y Honduras―, cinco sin captura, un total de 26 peces cobrados y uno de ellos descalificado porque decidieron llevarlo al pesaje, porque en el agua le estimaron 250 libras y resultó que no daba la longitud reglamentada.
Estuvimos dos años de ausencia a estos torneos y al retornar nos hallamos ya en el 19o Torneo Internacional de la Pesca del Castero (Blue Marlin), que transcurre sin espectacularidad durante la semana del 11 al 16 de septiembre del 2000. Desde la implantación de las reglas de tag and release (marcado y suelta), las horcas -que antes se soñaban colmadas de peces muertos- apenas reciben alguna ofrenda. Comunicaciones por radio, cámaras fotográficas, tarjetas de reporte para The Billfish Foundation y una pizarra que informa los resultados del día. Eso parece todo: la pesca no es espectáculo.
Ahora está establecida la línea de 80 libras de resistencia y hay debate entre quienes la aceptan y otros, como el peruano Juan F. Raffo, que preferían la de 50 libras.   Manuel Paniagua, presidente del jurado, señala: "La elección de la línea depende de las características del evento. Si fuera una competencia tradicional, en la que se permite matar al pez, aconsejaría la de 50 libras, pues de ese modo el pescador tiene que demostrar  mejores condiciones de resistencia física y dominio técnico. Pero en un evento de T&R hay que proteger al pez, acercarlo vivo al barco, y para ello es necesario acortar la pelea, disminuyendo el estrés y el agotamiento del animal. De modo que es obligado usar una línea más fuerte, que es la de 80 libras". Así fue aprobado.

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