TORNEO DEL CASTERO (2)
Buscando la continuidad
En
un documento en inglés titulado “Calendar for the tournaments”, que en 1980 nos
dio a leer Miguel Arocha, el torneo del castero (Blue Marlin) estaba programado
para el 13-17 de agosto de 1980. Los otros tres certámenes internacionales de
pesca de este año eran el del emperador (Swordfish, 25 al 27 de abril), el
Hemingway (mayo 21 al 25) y el de primavera (Spring, 28 de mayo al 1ro de
junio). Hubo, en 1979, un tope cubano-americano de pesca de la trucha en el
Lago Conroe, en el estado de Texas, lo que muestra que probablemente todo
aquello no habría quedado únicamente como una operación de turismo por la parte
cubana, sino en un intercambio de intereses con fundadas aspiraciones de que
todo este proyecto se estableciera en una medida creciente, pero la política
decidió otra cosa.
De
1981 existe asimismo una evidencia no muy amplia: una foto aparecida en una
edición de la revista Cubaturismo,
año 5, número 10, de ese año, muestra tres peces de pico, el mayor de unas 170
libras y todos con el nombre de un conocido pescador de esa época, Roberto
Cabañas, grabado en su costado; al pie de la horca en la que están colgados hay
un anuncio que expresa: “Castero 81”. El lugar es reconocible por el autor, por
haber desarrollado allí su trabajo de prensa por varios años, pero después de
esa fecha: es la marina de Barlovento, hoy Marina Hemingway.
Con
todo, si hubo o no torneo en el resto de esos años, es algo que de momento no
ha sido posible confirmar, siquiera después de una búsqueda que incluyó el
seguimiento en la prensa y en los archivos internos de la Federación Cubana de
Pesca Deportiva, procedimiento que, en cambio, ofreció resultados que
permitieron establecer, casi sin saltos la historia de los torneos Hemingway en
sus dos divisiones, nacional e internacional.
Desde
1983, un certamen de pesca del castero era convocado por una agrupación de
pescadores aficionados en el río Almendares (12) y es bastante posible
que lograran alguna regularidad, pues en 1989
participaron 11 equipos, integrados por aficionados de varios como
Cojímar, Guanabo, Jaimanitas y Santa Fe.
En la convocatoria de 1990, la cita adquiere carácter nacional, bajo los
auspicios de los Comités de Defensa de la Revolución; fue efectuada en dos
pruebas de pesca de fin de semana, la final el 24 de septiembre, y asistieron
17 equipos de seis provincias. En los años siguientes disminuyó rápidamente la
cantidad de eventos de este tipo, por la carencia general de recursos, que
provocó que incluso el Hemingway nacional fuera convocado por última vez por el
INDER en 2008.
La
secuencia del concurso turístico “Blue Marlin” fue posible restablecerla con la
información obtenida en coberturas de prensa que el propio autor ejecuta a
partir de 1988. El VIII Torneo
Internacional del Castero ocurre ese año bajo la influencia de una renovación
del sector turístico cubano iniciada el año precedente con el surgimiento de la
Corporación de Turismo Cubanacán, un grupo que lograría a lo largo de los años
el entendimiento más completo de esta época en cuanto a eventos náuticos se
refiere. Algo que anuncia que este avance no se debía solo a la concentración
de recursos y personal con experiencia en el tema, es el hecho de que, cuando
unos años más tarde se crea la muy publicitada Corporación Puertosol que, de
inicio, abarcaría todo el producto náutico del sector, esta no llega jamás a
acercarse a los logros de la anterior y al cabo desaparece en algunos años.
El
que se dio a conocer como “octavo” torneo del “Blue Marlin” reunió a 32
competidores de Italia, Venezuela, Francia, Argentina, México, España, Curazao
y Cuba, como sede. La ausencia de los norteamericanos sería una regularidad,
más la relación de países de origen de los competidores es la evidencia de que
los organizadores descubrieron finalmente una regla no escrita: no seas
dependiente de un mercado. Por mucho que los norteamericanos se encontraran a
la vuelta de la esquina, que por muchas décadas su presencia en La Habana y
eventualmente en el país fuera la única señal de la existencia del turismo en
el país, Cuba debía abrirse al mundo, donde ya tenía conquistada al menos la
curiosidad de mucha gente. Sin lugar a duda, los norteamericanos mismos deben
de haber ayudado bastante a diversificar ese mercado, con su afán siempre
extendido de dar toda la publicidad posible a cuanto hacen por el mundo,
cuestión que el propio Ernest Hemingway inauguró en esta Isla con sus crónicas de
pesca para la revista Esquire muy temprano en los años treinta.
Entre
13 embarcaciones hicieron 14 capturas, en un certamen de cuatro sesiones de
pesca, que ya se había convertido en la norma de calendario que aún existe para
el Hemingway. El francés Marcel
Garriguez, un hombre entusiasta en todo sentido que acabaría estableciéndose en
Cuba como empresario, llevó la mejor parte con la captura de dos casteros, una
aguja blanca y un pez vela, que junto a la pieza que aportó su guía cubano,
Jorge García, totalizó una victoria que hizo expresar al visitante: “Te puedo
asegurar que nunca en mi vida he visto ni cogido tanto pescado, y los que no
vinieron al torneo, se lo perdieron”.
Aparte
del trofeo oficial, Garriguez y García reciben copa de la firma española
Hoteles Panamericanos, en lo que corresponde al inicio de una práctica inusual
para el país, el patrocinio de competencias comerciales, que en años siguientes
se emplearía bastante, aunque, como todo lo publicitario, con bastante reserva
oficial. El pesaje final fue de 922 libras por cinco agujas de casta, dos
blancas y seis de abanico o pez vela.
En
abril de este mismo año de 1988, la Marina Hemingway, integrante de Cubanacán,
había organizado también el Tercer Torneo Curricán, efectuado en aguas cercanas
a Cayo Mégano de Casiguas, norte de Pinar del Río, que gana igualmente
Garriguez. El competidor Paolo Salas, campeón de varios certámenes europeos y
ganador de un torneo por la captura de un dorado en Cuba dos años antes,
destacó las magníficas condiciones de las aguas cubanas para el desarrollo de
los productos turísticos de pesca deportiva. Muy consecuente con esa opinión,
más tarde participaría en labores de una agencia turística de su país
interesada en la pesca de la trucha en el oriente cubano y todavía después del
2010 se le volvería a hallar, entonces en una operación de pesca marítima en la
Península de Guanahacabibes, en el occidente del país.
El
siguiente, noveno torneo, fue en 1990, debido a que el año anterior el
calendario había sido más intenso que lo regular, con la celebración del Grand
Slam del Caribe, una singular operación que combinó los certámenes Hemingway en
La Habana y el de Playa Linda en Cancún, con un muy significativo liderazgo del
mexicano Armando Ferrat. Esta vez sí
está Estados Unidos, y también se incorporan canadienses, ecuatorianos y un
equipo de Grand Cayman, cuyos contactos con Cuba comenzaron en el islote
canarreo de Cayo Largo del Sur, virtualmente sus más cercanos vecinos cubanos
en el Caribe.
Fue
del 16 al 20 de julio de 1990 el IX Torneo Internacional de la Pesca del
Castero, tercera con participación extranjera celebrada ese año en el país,
contados el XL Hemingway y el certamen Primavera’90, convocado por Playas del
Este, que después pondría en marcha un grupo de eventos como los titulados “El
Viejo y El Mar” y “La Hispanidad”, que gozarían de una extensa etapa de auge
desde una nueva sede, la Marina de Tarará, en el breve período en que Puertosol
parecía que efectivamente lideraría la náutica cubana, desarrollando la pesca
al par que regatas a vela y vistosas competencias de motonáutica Fórmula Uno.
Hubo
equipos varios equipos locales, representando a la Federación Cubana de Pesca
Deportiva, la Marina de Guerra Revolucionaria, la Academia Naval, la propia
Marina Hemingway y Playas del Este. Era, seguramente ya se ha dicho, un momento
de inusitado auge para la náutica recreativa en Cuba, que continuó
incrementándose a lo largo de esta década hasta alentar, incluso, el
surgimiento de un medio de expresión específico para el tema, la revista
Bitácora, que llega a ver publicados 10 números entre el verano de 1999 y la
primavera de 2002.
Esta
vez cinco casteros y dos agujas de abanico, para un total de 741 libras, fueron
presa de 15 embarcaciones en competencia. Con una pieza de 160 libras y otra de
103, el mexicano Armando Ferrat obtuvo el mayor acumulado individual y llevó al
equipo de Cancún al primer lugar. La pieza mayor de la cita en 1990 fue del
cubano Jorge Luis Ferraz, de Marina Veneciana, un castero de 164.5 libras. En
el torneo del verano de 1991 solo hubo cuatro agujas para nueve barcos; tres
fueron casteros y el mayor, de 126 libras, lo cobró el cubano Orlando Mir.
Hubo
un japonés en el XI Blue Marlin, a mediados de julio de 1992, también un equipo
griego, uno guatemalteco y varios otros competidores de países que ya eran
frecuentes en los eventos de pesca de la costa cubana. A los que llegaban a
registrarse a la Marina Hemingway, el lunes 10, les resultaba más inspiradora
la noticia de que el jueves anterior la tripulación del yate cubano Coral Negro, con cinco turistas
españoles a bordo, lidió durante ocho horas con el gran pez, castero de unas
500 libras, que finalmente lograron vencer pasada la media noche.
Esta
vez fue Carlos Vargas el hombre del oro, con el poco frecuente resultado de
llevar al pesaje una pieza en cada una de las cuatro jornadas competitivas,
incluidas las mayores agujas de los dos días inaugurales, de estas un castero (Makaira nigricans) de 169,8 libras que
puso tope al torneo. Las cuatro capturas del mexicano sumaron 1 493,10 puntos,
a razón de tres unidades por cada libra de peso de los ejemplares presentados a
los jueces, si considerar un peto 37,10 libras que fuera de su temporada
habitual se abalanzó a la carnada. Junto a sus hermanos Erick, y Luis Jorge
Vargas, Carlos había sido coprotagonistas en la fuerte lid que dio cierre en
mayo al XLII Hemingway de la pesca de la aguja. Un satisfactorio promedio de
1.18 peces de pico por embarcación colocan en sobresaliente posición al onceno
clásico del Castero. La totalidad de las 13 piezas cobradas fueron agujas de
casta, circunstancia lógica para la época del año en que se efectúa el evento,
cuando disminuye la corrida de agujas blancas que son más frecuentes en los
meses primaverales.
A
partir de la cita de pesca veraniega de 1992 comienza a divulgarse regularmente
la reglamentación de la competencia, que cada día inaugural era discutida en el
tradicional congresillo técnico, práctica extendida a todos los eventos de
pesca. Los reportes de prensa de los primeros años indican la norma de integrar
equipos de hasta tres pescadores, vigente en esta fecha, aunque con la opción
de incluir uno más, pagando una cuota de inscripción adicional. La resistencia
de línea establecida se mantenía desde entonces fijada en 50 libras y no habría
variación hasta los años del actual siglo, cuando se permitió el uso del sedal
de 80 libras, aunque bajo reglas de capturar, marcar y soltar el pez.
La
puntuación comenzó siendo equivalente a la cantidad de libras de captura de pez
de pico y ya en el IX Castero se va a diferenciar, calificándose a razón de 3
puntos por libra de peso el castero, 2 puntos por libra la aguja blanca y un
punto por cada libra de aguja de abanico. Si ejemplares de tres especies eran
capturadas en la misma jornada, el equipo recibía duplicada su puntuación, lo
cual nunca ocurrió. De otros aspectos técnicos, lo más específico es la
prohibición de carnadas vivas y las llamadas motas, un engaño a base de fibras
de caprón sin anzuelo, que enreda mortalmente el pico de las agujas. Se usa,
como es de requisito técnico, el sistema del curricán o trolling, con equipos
de vara y carrete.
Las
cuatro típicas jornadas de pesca del Torneo Internacional del Castero se
llevaron a cabo en la semana de 23 al 28 de agosto de 1993. Hubo 10 equipos y
el trofeo del primer lugar lo llevó a su país el alemán Lair Lester a cambio de
dos 2 casteros que pesaron 127,7 y 73,4 libras. El de 1994 fue en la segunda
semana de agosto y hasta a su nivel se aprecian los cambios que están
reorganizando la industria del anfitrionado en Cuba, con la presencia de la
compañía náutica Marlin, a cargo del servicio de flota y otras ofertas, mayor
prioridad a las relaciones públicas y la presencia de dos equipos del Club de
Regatas Corona, de Tampico, México, que organiza desde 1942 el famoso Torneo
Internacional del Sábalo, uno de los clásicos mundiales de la pesca mayor. O se
hallan en parte alguna los datos de captura.
Volteamos
a 1995, cuando el reglamento del torneo del Castero vuelve a un punto por
libra, aunque la mayor novedad es que pasa al mes de octubre, fecha
aparentemente tardía pero aun dentro de la fase de corrida de la especie objeto
de competencia. El lunes 9, durante el congresillo técnico el comodoro del Club
Náutico Internacional Hemingway, José Miguel Díaz Escrich, quien preside el
jurado del certamen, dio una noticia inquietante: “Vamos a llevar adelante el
torneo si la naturaleza lo permite”. El huracán Roxanne se movía a unos 400
kilómetros al suroeste y todo indicaba que cruzaría por el estrecho de Yucatán
precisamente cuando los competidores hicieran su primera jornada de pesca en
mares demasiado inmediatos, respecto a la imprevisibilidad y movilidad de un
organismo meteorológico como aquel.
Como
muchos saben o lo aprenden leyendo a Hemingway, la época de ciclones es
excelente para la pesca siempre que no nos pase el huracán por encima. El
primer día de competencia había buen tiempo. Ese año hubo dos torneos
simultáneos ―el otro fue “La Hispanidad”, en Marina Tarará―y se disfrutó mucho
escribiendo para la revista Mar Caribe un reportaje que pomposamente fue
titulado “Casteros de otoño”, en el que la nota sobresaliente fue la abundante
acción de pesca que hubo en algunas embarcaciones.
“Algunos la tuvieron con mucha abundancia
―escribíamos entonces―, como la lancha Omega,
de sólo 19 pies de eslora, a bordo de la cual dominaron cuatro agujas blancas,
dos de abanico y un castero, labor que hizo merecer al equipo cubano el segundo
lugar del XIV Torneo Internacional del Castero. El trofeo principal de la cita
en Marina Hemingway fue para los españoles José Luis González, Miguel Ángel
Fernández y Joaquín Valls, debutante representación catalana cuyos cinco peces
pesaron en conjunto 370,8 libras y superaron en poco más de dos libras al
colectivo de Omega”. Agréguese que en
la mencionada lancha pescaba el cubano Evelio Simón Valdés, y que el barco del
equipo español era el Costa Azul, al
mando de Yordi Cunill, vecino de
Jaimanitas.
Sin
datos de 1996, es sin embargo muy importante señalar que en el certamen del año
siguiente el XVI Torneo Internacional del Blue Marlin aplica las normas de
marcado y liberación de peces de pico, introducidas en mayo por el XLVII
Hemingway Internacional, y por esta razón las reglas afrontan un cambio
trascendental. En primer lugar, para embarcar un castero este debe medir al
menos las 86 pulgadas establecidas por la organización The Billfish Foundation (TBF), cuyas normas se aplican desde este
año en la marina cubana.
Si
alguna embarcación se decidía a sacrificar el pez, le tocaba un punto por cada
libra que pesara. Pero alcanzaba 200 puntos por cada ejemplar capturado y
liberado y 25 puntos por cada pez marcado. Todo ejemplar de aguja blanca y de
abanico debía ser obligatoriamente liberado, recibiendo 30 puntos por la
liberación y 25 por el marcado.
El
cumplimiento de estas reglas era supervisado por un grupo de observadores o
jurados que estaban a bordo como testigos durante la jornada de pesca.
Dos
años antes, aparte de dar la inquietante noticia de que un huracán merodeaba la
isla de Cuba justo a punto de iniciar un torneo, el comodoro Escrich había
dicho algo más: recordó que era “una tradición” donar la captura del tercer día
para la cena de despedida. Este año la tradición concluyó. La victoria de 1997
fue del equipo Marlin Darling, formado por Bob Jacobsen, Jim
Borns, Brad Balswin y Dave Spalding, quienes
cumplieron en ese orden su turno a la vara y dominaron los cuatro
casteros, marcados y liberados a continuación, que sumaron los 900 puntos del
triunfo. Hubo 17 equipos participantes ―nueve de Estados Unidos, con debut de
Inglaterra y Honduras―, cinco sin captura, un total de 26 peces cobrados y uno
de ellos descalificado porque decidieron llevarlo al pesaje, porque en el agua
le estimaron 250 libras y resultó que no daba la longitud reglamentada.
Estuvimos
dos años de ausencia a estos torneos y al retornar nos hallamos ya en el 19o
Torneo Internacional de la Pesca del Castero (Blue Marlin), que transcurre sin
espectacularidad durante la semana del 11 al 16 de septiembre del 2000. Desde
la implantación de las reglas de tag and
release (marcado y suelta), las horcas -que antes se soñaban colmadas de
peces muertos- apenas reciben alguna ofrenda. Comunicaciones por radio, cámaras
fotográficas, tarjetas de reporte para The
Billfish Foundation y una pizarra que informa los resultados del día. Eso
parece todo: la pesca no es espectáculo.
Ahora
está establecida la línea de 80 libras de resistencia y hay debate entre
quienes la aceptan y otros, como el peruano Juan F. Raffo, que preferían la de
50 libras. Manuel Paniagua, presidente
del jurado, señala: "La elección de la línea depende de las
características del evento. Si fuera una competencia tradicional, en la que se
permite matar al pez, aconsejaría la de 50 libras, pues de ese modo el pescador
tiene que demostrar mejores condiciones
de resistencia física y dominio técnico. Pero en un evento de T&R hay que
proteger al pez, acercarlo vivo al barco, y para ello es necesario acortar la
pelea, disminuyendo el estrés y el agotamiento del animal. De modo que es
obligado usar una línea más fuerte, que es la de 80 libras". Así fue
aprobado.
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