30/12/14



EL TORNEO DEL CASTERO (1)
Ismael León Almeida
Cuando la ciencia opina
Llegó un día en que Miguel Arocha pudo sonreír, recordando que en la época de su trabajo en el Instituto Nacional del Turismo, INTUR, alguien lo había acusado de "vender el patrimonio nacional" por organizar para la explotación turística la observación de aves y la caza deportiva. Su más sobresaliente aporte al turismo, en realidad, fue la acelerada creación de un grupo de torneos de pesca que en 1978 hicieron el hervir el entusiasmo de la afición deportiva del litoral atlántico norteamericano. Lo primero fue el Hemingway, que arrastraba un prestigio auténtico desde la década de los sesenta, y para ocupar en algo el abundante calendario disponible crearon un torneo de pesca del Emperador, uno para pescar la lobina negra boquigrande en los embalses y uno más, para pescar la aguja de abanico en Guardalavaca, que quedó en proyecto. Pero el que resultó una verdadera revelación, un acontecimiento deportivo que solo no pudo opacar al Hemingway debido a la trascendencia histórica de éste, fue el torneo internacional del Castero, o del Blue Marlin, según su publicidad en inglés.
Algo que resulta significativo es que este nuevo certamen va a ser ubicado en una fecha en la que jamás se había realizado una competencia de pesca en Cuba, y es debido a una recomendación científica, según afirmó Miguel Arocha en la entrevista que le realizamos en los noventa, acerca de su protagonismo en el rescate del carácter internacional del torneo Hemingway, que el equipo de trabajo del departamento de Caza y Pesca del INTUR supo que además del pico de la corrida de la aguja en mayo, había otro momento importante en cuanto a la abundancia de peces en la corriente del Golfo, que era el verano, cuando se acercaban a la costa cubana los grandes casteros  azules del Atlántico.
Esa recomendación realizada personalmente por el Dr. Darío Guitart Manday, que había fundado y echado a andar el Acuario Nacional, que había sido asimismo director fundador del Instituto de Oceanología en 1965, lo había dirigido durante varios años y había permanecido muchos más como investigador; había contribuido a actualizar los conceptos de formación universitaria de las ciencias del mar, y precisamente concluyó en el año de 1978 una obra fundamental, que representa un referente básico para las investigaciones ictiológicas que requería el país para desarrollar la pesca, su Sinopsis de los peces marinos de Cuba.
Guitart es probablemente el primer científico cubano, el primer biólogo, específicamente, que es capaz de percibir la pesca deportivo recreativa como una actividad digna de interés investigativo. No hay que olvidar que el sabio Felipe Poey, agradeciendo algunas colaboraciones en su Ictiología cubana, marca la distinción entre pescadores profesionales y aficionados, y con ello está dando entrada en la percepción intelectual, científica y cultural de este país, de una categoría diferente de la relación entre el individuo y la naturaleza, la de aquellos que iban de pesca no solo por acopiar pescado, sino en busca de placer, de llenar el asueto disfrutando del mar. Que Guitart lo recordara en un momento en que el aprovechamiento productivo de los recursos del mar y las aguas interiores se hallaba en pleno auge pudo haber tenido mucha mayor trascendencia, de haber existido una receptividad más atinada y un enfoque no tan empeñadamente enfocado a sacar de las aguas cuanto pescado fuera posible.
En relación con los criterios acerca de la estacionalidad de las corridas de las diversas especies de agujas, las estadísticas de los torneos nacionales Ernest Hemingway celebrados generalmente en mayo, corroboran durante un amplio período las observaciones científicas. En treinta certámenes de esta serie, efectuados entre 1963 y 1992, las capturas de aguja blanca representaron el 76,4 %, las de abanico el 18,6 % y las de castero sólo el 5,0 % (1*). De esa última especie no hubo capturas en diez torneos de los mencionados y, cuando se han cobrado en esa época del año, las cifras más altas han sido de cuatro ejemplares en un concurso. Para los torneos nacionales de la pesca de agujas, mayo ha sido el mes elegido en 34 de los 37 torneos celebrados desde 1963 hasta el año 2000. Los tres restantes se programaron en junio y sus resultados no respondieron a las expectativas de cada momento.
La sabia naturaleza se organiza para que cada uno de sus integrantes halle su oportunidad. Es, por supuesto, una forma elegante de expresar que las especies de menor talla entre las agujas hallaron más oportuno reproducirse antes que los gigantes, hacer su corrida antes de que aparecieran los casteros. Poey, en su brillante Ictiología cubana, describe la aguja de casta o castero con el nombre científico de Tetrapturus amplus y señala: “Este pez se presenta en abundancia durante los meses de julio y agosto. Solo se ven grandes”. El sabio doctor, que reporta por primera vez la especie en 1868, menciona que los pescadores aseguraban que había ejemplares de 1000 a 1 500 libras de peso, aunque las vistas por él por lo regular no pasaban de 600 libras.
Darío Guitart ―que en su Sinopsis de los peces marinos de Cuba (2), reasigna la especie a la identificación que le había dado antes Lacépede, en 1803, o sea, Makaira nigricans, pero respetando la sinonimia de la denominación otorgada por Poey―, había tenido oportunidad asimismo de comprobar mediante estudios directos la ictiofauna pelágico-oceánica de la zona donde se llevaban a cabo estos certámenes, a partir de la información registrada por tres años, de 1971 a 1973, por una cooperativa de pesca del río Almendares. De este modo, no solo verificó la abundancia relativa de agujas y casteros en la región noroccidental del archipiélago, respecto a la presencia de emperadores y tiburones, cobrados con palangre, sino determinó la presencia minoritaria de otras especies, aparte de las más comunes, como otro tipo de castero, Makaira indica, y otra de aguja, Tetrapturus pfluegeri, esta posteriormente cobrada en un par de torneos (3)
Es decir, que Guitart, un hombre despierto, que había sido un notable deportista antes de entrar a un laboratorio y a un aula, que se sentía fascinado por los tiburones, pero durante años dedicó páginas y páginas a hablar de cientos de especies en una sección de la revista Mar y Pesca, y que, desde su dominio en ictiología, proyectaba su magisterio hacia un enfoque multidisciplinario de las problemáticas marinas, integrando los diversos factores que integran la oceanografía (físicos, geológicos y químicos, además de los biológicos), estaba lo suficientemente atento a la cotidianeidad como para darse cuenta de que la corrida de los peces no solamente era aprovechable para programar las labores extractivas a base de palangres, sino asimismo para organizar un producto turístico de calidad, en el momento más oportuno de la temporada.
Con su orientación los especialistas del organismo turístico crean una nueva fecha de y se pone en marcha un certamen para la pesca de los mayores peces de pico que corren en el verano por las aguas inmediatas a la Isla. En el mismo año en que se está desempeñando como investigador del Instituto de Oceanología de la Academia de Ciencias, asiste como delegado a un congreso científico oceanográfico en Bulgaria, concluye la Sinopsis, inicia la transcripción de la Ictiología cubana, atiende a delegados de México para la firma de un convenio pesquero y asesora al Centro de Investigaciones Pesqueras en un tema sobre atunes pequeños, se dedica con entusiasmo a brindar asesoría a los organizadores de eventos sobre pesca recreativa.
En 1978 era integrante del jurado de los concursos de pesca Hemingway y del Castero, y asesor del INDER y el Instituto Nacional del Turismo en pesquerías deportivas pelágico-oceánicas. El Centro de Investigaciones Turísticas lo nombró su “asesor en materia de explotación turística de la plataforma marina” (4) y el hecho de que no se trataba meramente de la formal afiliación de una personalidad notable a una emergente institución ―que, por cierto, desapareció tan pronto se apagó el auge turístico del momento―, lo demuestra un “Programa para investigaciones sobre la pesca deportiva turística”, una copia del cual permanece en los archivos familiares del científico, y asimismo una extensa entrevista, la única que le realizamos, que Darío Guitart nos concedió en 1996, cuando ya trabajaba exclusivamente en la edición científica de la Ictiología cubana, que vería por primera vez una edición total en el año 2000.

La competencia
Que después de la reapertura internacional del Hemingway ― con 58 embarcaciones lidiando por premios y más una captura de 107 peces de pico―, el primer certamen de verano efectuado en el país alcanzara también lo que alcanzó, podría haber sido visto como un sonriente golpe que la naturaleza quiso dar a la reticencia de una fila de gobernantes norteamericanos, de Eisenhower a Ford, hacia la isla antillana, y asimismo como una confirmación, tan pública como poco aprovechada, de que la ciencia cubana podía emplearse lo mismo para coger mucho pescado para alimentar al pueblo y mucho para darle lustre al turismo.
En la primera convocatoria del Blue Marlin International Fishing Tournament, o Torneo Internacional de la Pesca del Castero, arribaron a la costa cubana 30 embarcaciones  norteamericanas, menos que en la cita primaveral, pero más cargadas de visitantes (5). Un total de unos 150 turistas, ochenta de ellos como pescadores, además de los tripulantes, invitados, familiares y periodistas. Fue el tercer evento de pesca con carácter internacional celebrado ese año, después del tope Cuba-USA que tuvo lugar en enero en la Laguna del Tesoro, y del Hemingway efectuado en mayo. El 13 de mayo del mismo año visitaron Varadero 245 turistas procedentes de distintos lugares de los Estados Unidos, los que arribaron en 52 embarcaciones por una gestión entre el INTUR y el Marathon Yacht Club de la Florida. Ciertamente, el turismo estaba despertando en aquel momento.
El certamen tuvo lugar en la Marina Barlovento, con un saldo final de 23 piezas capturadas, que pesaron en conjunto 4 160 libras, Así, el espléndido escenario, el Gulf Stream a la altura de la costa norte habanera, comenzaba a constituirse en centro de atracción para los aficionados a la pesca de la aguja del Atlántico occidental. Las piezas llevadas a las horcas se desglosaban en 17 casteros, 5 agujas de abanico y una aguja blanca cobrados en cuatro días de competencia, del 24 al 27 de agosto. Quedaba demostrada, por otra parte, la certeza científica local al ubicar las fechas y decidir la especie principal. El índice de captura según esfuerzo pesquero (barcos x días pesca) beneficiaba al Hemingway (0.615 vs. 0.192), mas la media en peso de la captura en el restaurado clásico (58.6), apenas relevante en su propia serie, fue batida por el nuevo certamen con su promedio de 244 libras por ejemplar y la pieza de menor talla con 81 libras. Los mayores casteros por día fueron (6):
Jueves 24 de agosto: Jay M. Rallwick.............117 lb
Viernes 25 de agosto: John R. Clark.................485 lb
Sábado 26 de agosto: Phillip Caputto................569 lb
Domingo 27 de agosto: Paul D. Vartanian........279 lb
En el orden deportivo, dos hitos serían remarcados por la prensa: el récord nacional en la captura de un castero azul del Atlántico (Makaira nigricans), que de manera oficial le es reconocido a un norteamericano por la Comisión Nacional de Pesca Deportiva, y la captura de otro pez  de la misma especie con avío a mosca, algo que en su momento sería al menos novedoso. El norteamericano Philipp Caputo, ya a la altura de su penúltima salida al mar a bordo del Candide II, llega al muelle de Barlovento con un castero de 569 libras, que acabará tiempo mediante expuesto en la pared del famoso bar Sloppy Joe’s de Key West, Florida, pero antes le servirá como elemento de convicción para conquistar el título individual del torneo seguido de cerca por Kenneth W. Carrington, del Priscilla, y por John R. Clark, del Mil Jac. En el registro de records nacionales de Cuba, que se estuvo publicando en unas “Agendas” muy manuables que dejaron de aparecer en los noventa, la marca de Caputto se atribuye a la resistencia de línea de 80 libras.
Unos días antes del evento y en presencia de un representante de  la IGFA, se establece en aguas cubanas otro récord, éste de categoría mundial, con el que otro norteamericano logró notoriedad casi tan duradera, con una aguja de casta de talla apenas impresionante. La captura de un pez de pico con aparejos de pescar a mosca no era algo tan frecuente en aquellos días ni aun en los actuales, porque esa modalidad tiene sus particularidades muy exigentes y una de ellas es un verdadero hándicap frente a peces que disponen de gran peso y un dinamismo muy poco complaciente para el pescador de avíos verdaderamente ligeros. El 21 de agosto de 1978, tres días antes de la competencia, William W. Pate Jr. captura en La Habana, Cuba, en castero azul del Atlántico que pesó 43.54 kilogramos, igual a 96 libras. Según un reporte de la asociación internacional de pesca deportiva, que convalidó este récord, el tippet empleado fue de 16 libras (7).
Una fuente cubana, la conocida revista Mar y Pesca, reflejó para esta pieza un peso de 93 libras y una línea de 15 (8), pero probablemente la pequeña diferencia se deba a que en los eventos de este tipo, con más razón si son de tipo internacional, los periodistas depende de la información que les ofrecen los jurados cuando ellos lo deciden. La diferencia entre peso del animal y resistencia de la línea significa un trabajo muy afinado, diríase que nanométrico, en la manipulación de la caña y, sobre todo, en la retención del backing que el pescador puede permitirse. El récord de Billy Pate fue batido en algún momento; el anuario de la IGFA mostraba en 2010 que la marca para esa especie y categoría se hallaba en más de 200 libras (9), pero de cualquier modo fue un gran mérito en aquella fecha y un punto más para el lustre del evento cubano. La mejor actuación de un deportista local ese año fue desarrollada por Jorge García Díaz, con un castero de 126 libras izado a la popa del Piraña I, y fue probablemente el comienzo de la historia profesional de quien luego se convertiría en un calificado capitán de yate y guía de pesca turística.
En la premiación del torneo, la noche del 27 de agosto de 1978, no faltó la voz emocionada de uno de los visitantes, el joven competidor Billy G. Underwood, quien  expresó “en nombre del grupo de turistas norteamericanos”: “Este es uno de los mejores torneos de pesca al que hayamos asistido nunca. Y muchos de nosotros hemos estado, en todo el mundo, en varios eventos como este. Pero en ninguna parte nos han tratado mejor que en La Habana. Hemos hecho muchos y buenos amigos, y hemos pasado el tiempo estupendamente. Me gustaría ver a más norteamericanos venir a Barlovento. Yo espero que estos torneos contribuyan a que las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos sean cada día mejores”.
Al año siguiente, las copas volverán a alzarse en brindis de gratitud y reconocimiento a los organizadores de los torneos de pesca cubanos, por “la hospitalidad, el trato cordial y las atenciones brindadas por los cubanos” a los competidores y sus acompañantes. Esta vez, Dade Whitney Thornton, un conocido fotorreportero que años  después ganaría renombre como organizador de torneos de pesca, diría en un reportaje sobre el Hemingway, publicado por él en la edición de agosto de la revista Southern Boating: “Estoy muy impresionado por la organización de estos encuentros turísticos deportivos que se celebran en Cuba. He asistido a muchos otros torneos y si tuviera que hacer comparaciones entre los de ustedes y los que he visto en otras partes del mundo, debería afirmar que aquí en Cuba son muchos los que se dedican a trabajar con ahínco por el éxito del encuentro. En otros países se contratan administradores para que se hagan cargo de tales torneos, mientras que en Cuba no ocurre eso: aquí todo el mundo trabaja con tenacidad y entusiasmo a fin de alcanzar la máxima organización, tal como hemos visto en este torneo” (10).  
Por parte de la prensa cubana hubo un reportaje curioso, porque su autor va a centrarse en la realización de todo un recuento de los momentos iniciales del auge de la pesca turística que estaba ocurriendo en el país desde noviembre de 1977, cuando llegaron los primeros grupos de pescadores norteamericanos para disfrutar en programas de cuatro días la pesca de la trucha, para ellos black bass, en la Laguna del Tesoro. Dice: “... el camino ascendente de la pesca deportiva cubana, cuya proyección internacional le ha ganado a nuestro país varios centenares de nuevos amigos en la región del Caribe” y –luego de resumir los resultados de dos torneos Hemigway, el Blue Marlin precedente,  un certamen dedicado al Emperador, y uno de Primavera- resume: “Fácil es advertir, en este breve recuento, que los esfuerzos por alcanzar un lugar prestigioso en la preferencia de los deportistas de toda la zona, están dando resultados” (11). Mientras, los resultados de la competencia aparecen en los pies de fotos o propiamente mediante la información gráfica.
Son siete grandes fotos en la extensa plana de la edición del Resumen Semanal de Granma de la última semana de agosto de 1979: “Cinthya Laughlin, de la tripulación del Wye o’Why? –dice un pie de foto- recibió también un trofeo otorgado por el INTUR por el mayor pez capturado por una mujer. El castero capturado por Cinthya pesó 100 libras justamente”; en la  foto se ve una mesa de muchas sonrisas en torno y varios trofeos encima. Otro: “La noche de premiación, la tripulación del Wye o’Why? celebró el triunfo de la competidora –otra vez- Cinthya Laughlin y el éxito de este nuevo torneo veraniego para la pesca del castero en aguas del litoral de la costa norte habanera”. La siguiente dice al pie: “Lou Casset recibe el trofeo por el primer lugar individual como acumulador de puntos (258)”. Y sigue otra: “Terry Vavrick obtuvo un trofeo por el segundo lugar individual como acumulador de puntos (199), otro trofeo por la pieza de mayor tamaño (un castero de 199 libras), otro trofeo por la pieza de mayor tamaño (un castero de 199 libras) y un tercero otorgado a la mayor pieza capturada en el tercer día de competencia”; una más: “Paul Van Beuren recibe el trofeo por el tercer lugar individual como acumulador de puntos (163)”, y la última con texto: “Oscar y Harold Perret Gentil, y Peter Van Der Dijs, tripulando la embarcación cubana Carnaval, aportaron a este torneo, pot primera vez, la presencia de un equipo de competidores de Antillas Holandesas, en representación del Curaçao Yacht Club”.
El torneo se desarrolló durante las jornadas 9,10, 12 y 13, anota el semanario cubano de difusión internacional. De modo que ya se aplicó en su calendario la estructura que llegó hasta el presente en los certámenes turístico de pesca en el país, dos sesiones de pesca, un día de descanso y otras dos de pesca para finalizar. Siempre ha sido un buen arreglo, porque de lo contrario la variante viable sería la de competir tres días seguidos, con lo que la última jornada sería un esfuerzo extenuante para los que se empeñaran en obtener todavía alguna posición en las premiaciones y un día de paseo, sin mayor interés porque aparecieran los peces –v. gr., en buscarlos- para los que se sintieran seguros en la nómina de premiso o de lo contrario: que todo lo que esperaban era una noche muy alegre de tragos y bromas en la fiesta de premiación. El barco que ganó fue el King’s Dot.
*Las notas al final de la tercera parte del artículo.

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